Cómo preparar tu piel para el verano

La piel es un órgano con memoria y es importante recordar que debemos cuidarla durante todo el año. Lo más habitual es empezar con las rutinas faciales cuando salimos del invierno y el tiempo comienza a mejorar. Sin embargo, esta primavera no hemos tenido oportunidad de tomar el sol, por lo que ahora cobra mucha más importancia los cuidados que le demos en verano, cuando la exposición (y el peligro) son mucho mayores.

Te contamos cuál debería ser tu rutina diaria para lucir una piel sana y un bronceado bonito durante todo el año.

1.     EXFOLIACIÓN

La exfoliación elimina las impurezas de la piel y ayuda a su renovación, lo que hace que los tratamientos que apliquemos justo después sean mucho más efectivos. Además, te ayudará a coger un bronceado más uniforme y duradero.

Lo ideal es exfoliarnos una o dos veces por semana, aunque dependiendo del tipo del piel habrá que ajustar la rutina. Si tienes la piel sensible puedes hacerlo cada dos semanas. Recuerda no exfoliarte justo después de depilarte o de tomar el sol, ya que puedes irritar tu piel.

2.     HIDRATACIÓN

Los cambios ambientales,  el clima, la humedad, etc., afectan a nuestra piel y pueden resecarla, especialmente la piel del rostro y escote, por ello es conveniente adaptar los productos que usamos: por ejemplo, si nuestra piel es de tendencia acneica deberíamos usar cremas y protectores libres de aceites, y si normalmente ya es seca, debemos aportar un extra de hidratación.

Aunque ya existen en el mercado cremas hidratantes con tratamiento incorporado, si no quieres cambiar de producto, una buena opción es usar un serum con tratamiento específico justo antes de aplicar la crema hidratante.

3.     PROTECCIÓN

El sol nos ayuda a producir vitamina C y a generar serotonina, la hormona de la felicidad, ¿y a quién no le gusta disfrutar de un bonito bronceado? Sin embargo, no podemos olvidar que el sol es el principal culpable de la aparición de manchas, rojeces y deshidratación. Además de otras lesiones de la piel como los melanomas. Por ello deberíamos proteger nuestra piel del sol durante todo el año, especialmente la del rostro. Pero es durante estas fechas, en las que aumentamos el tiempo de exposición y los rayos solares son más peligrosos, cuando este punto se vuelve absolutamente imprescindible. 

La clave está en incorporar el protector solar a nuestra rutina diaria. Existen dos tipos de protectores:los que usan agentes químicos o físicos. Los agentes químicos absorben la radiación antes de que afecte a la piel, mientras que los físicos impiden que llegue a la piel dispersándola. Estos últimos son los más recomendados por los expertos ya que no se absorben por la piel.

Las pieles claras, que se queman con facilidad y no suelen broncearse pueden optar por un paso extra: la nutrición solar. Actualmente existen en el mercado multitud de preparados multivitamínicos que nos aportan las vitaminas y compuestos necesarios para potenciar el bronceado, preparar y proteger la piel para el sol.

Y los más impacientes siempre pueden optar por tratamientos de bronceado artificial no invasivos.

4.     ALIMENTACIÓN

Debemos cuidar la piel por fuera y por dentro. Durante estos meses, lo ideal para lucir una piel sana y luminosa pasa por incorporar a nuestra dieta alimentos ricos en antioxidantes, betacarotenos y vitamina C, que contrarrestan los efectos nocivos del sol y ayudan a la recuperación de la piel. Además, la vitamina C también es reafirmante, tiene la capacidad de aumentar la síntesis de colágeno, por lo que ayudará a la eliminación de las primeras arruguitas.  Alimentos ricos en estos nutrientes esenciales son la zanahoria, la calabaza y el albaricoque, las verduras de hoja verde como las espinacas y el brócoli, o el calabacín, los melones o los espárragos.

También puedes apoyarte en algún suplemento vitamínico especialmente pensado para esta función, actualmente encontrarás multitud de opciones en el mercado.

Y no podemos terminar el artículo sin recordar uno de los elementos más importantes de toda la rutina: el agua. Debemos beber entre 2 y 4 litros de agua al día, especialmente cuando el calor aprieta y la deshidratación es muy común. Recuerda que la sed es el primer indicio de deshidratación, no esperes a sentirla para beber agua.

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